sábado, 23 de julio de 2011

Esta es mi carta de presentación.


Anda. Date una ducha, pinta tu cara...Y alégrale el día al primero que veas al salir de tu casa... Métele una bala en la cabeza.

martes, 19 de julio de 2011

Tú.

Te miro, me miras.
"Me han dicho que estabas buscándome."
"Sí, quería hablar contigo."
"Venga, empieza."
Y te quedas en silencio. ¿Dónde están todas esas cosas que tenías que decirme? ¿Todos esos sentimientos que gritabas a los cuatro vientos? Lo suponía. El silencio es lo único que sale de tus labios. Y un tímido "Te he echado de menos." Te miro, suspiro. Vas a cogerme la mano, pero la aparto. ¿De verdad pensabas que iba a ser tan fácil? Has estado meses sin hablarme, esquivándome, haciéndome sentir un ser repugnante. Y ahora te plantas aquí, a decirme que aún sientes algo por mí. He estado buscándote durante todo este tiempo, y ahora que te he encontrado, me he dado cuenta de que ya no te quiero. No te necesito, sólo has sabido hacerme daño. La vida me sonríe, aunque a ti no. Tú te lo has buscado... Te lo di todo y tú me correspondiste con mentiras y sufrimiento. Que conste, no escribo esto desde el rencor, ni nada parecido. Simplemente... me ha sorprendido tu reacción. Después de tenerme, rechazarme, humillarme, ves que he rehecho mi vida, que he encontrado a alguien capaz de hacerme feliz de verdad, alguien que no me mentirá y que realmente confía en mí. Y es ahora, justo ahora, cuando gritas que me necesitas, que me amas, cuando quieres mi compañía. Pero lo siento, es demasiado tarde. Ya tengo lo que me merezco, y para tu desgracia tú también. Tienes exactamente lo que me has estado dando todo este tiempo; soledad, tristeza y melancolía. Y, por una vez, siento que puedo ser feliz de verdad, sin máscaras ni estupideces. Ya lo sabes, te quise de verdad y fue bonito mientras duró, pero no tiene sentido prolongar más esta agonía... Adiós, te deseo mucha suerte en tu camino, sabes que no te deseo ningún mal. Adiós, viejo amigo, sabes que contigo he vivido los momentos más mágicos de mi vida, pero ya es hora de seguir hacia delante. Quizá dentro de un tiempo volvamos a reencontrarnos, pero de momento... No puede ser. Adiós.

lunes, 18 de julio de 2011

#Incluso los ángeles tienen que morir algún día

Se levantó de la cama con un sabor amargo en la boca. Escupió en el suelo y se miró al espejo. Estaba verdaderamente demacrado. Aquella estúpida enfermedad lo estaba matando... De su cuerpo, antes hermoso, sólo quedaban piel y huesos. Sin querer, pero sin poder evitarlo, su mirada se posó en su espalda. Y las vio. Lo que antes había sido un majestuoso par de alas escarlatas ahora no era más que un amasijo de carne muerta, putrefacta. Los dos apéndices colgaban de su espalda sin gracia, víctimas de una marcada distrofia muscular. En la oscuridad de su habitación, donde nadie podía verla, una lágrima cayó al suelo. Ya no quedaba nada de su anterior belleza. Aquello que lo había distinguido de los demás ahora no era más que un peso muerto. Se apartó del espejo y volvió a sentarse en la cama. Ya no podía hacer nada para evitarlo, sólo esperar a que su cuerpo dejara de responderle. ¿Cuánto tiempo le quedaría de vida? Ningún médico había sabido responderle. Se removió, inquieto. Finalmente, volvió a levantarse y se dirigió al vestidor, donde una criada esperaba para colocarle el corsé de sujeción para que aquellos inmundos bultos no le molestaran al caminar. Tras este desagradable pero ya corriente paso, se vistió con un pantalón vaquero y una sudadera oscura. Pese a su enfermedad, seguía teniendo la apariencia de un chico de apenas 25 años.

viernes, 15 de julio de 2011

Vértigo.

Por aquel hueco se escapó el silencio, fue por todo aquel ruido, el mismo que le puso precio y fecha de caducidad a los pálpitos escondidos tras aquel material inúfugo, para acabar bajo los pocos grados de alguna partícula de hielo.


Ahora observo el calor tras la añoranza de mis debilitadas neuronas, aquellas que siguen cegadas y asustadas tras la amenaza de alguno, que tan solo pretende que dejen de asomarse al vacío. Siento su vértigo... Como el aire las empuja, poco a poco todo se nubla y las pocas luces que brillan están tan lejanas, además, irradian cierta oscuridad de la que pretendo despertarme. Se acercan a mi pupila y en ese momento todo parece un sueño... Pellízcame y no sentir nada lo hará todo más sencillo.